miércoles, agosto 30, 2006

Hiena de Pereza

Carroñitas mías, acaba agosto, el inicio del período de hibernación de la hiena peluda llega a su fin y casi ando convertido en carroña de baja estofa; no he hecho NADA, pero lo que se dice NADA...Y el cargo de conciencia que siente mi espíritu hienil es nímio, jijijijijijiji. Oh, claro, hay mcuhas cosas que me gustaría haber hecho, que tenía planeado hacer, etc, etc...¿Y quién no? El caso es que esta hiena les ha dado a sus crines uno de los mejores veranos que caben en mi memoria, colofón del curso más duro de mi historia, así que me lo merecía, ¡q coño!

Normalmente, mientras luzco mi velluda joroba orgullosamente por las playas del Mediterráneo, tengo tiempo y ganas de escribir y pensar. Como todo el mundo sabe, pensar es un ejercicio arriesgado e ingrato que debe evitarse a toda costa y que puede tener consecuencias fatales para nuestra hienil felicidad, pero escribir no está tan mal; especialmente si escribimos cartas (si, eso que en tiempos pretéritos hacía lo mismo que un e-mail, pero tardando más y luciendo más todavía, aunque para adjuntar archivos fuese un calvario), las típicas llenas de sentimiento nocturno estival, que dejan al lector pensando en el mucho tiempo libre que tiene quien la escribió.

Desgraciadamente para las docenas de alimañas que tengo repartidas por el mundo y a quienes debo una misiva, este verano no ha sido muy pródigo en ellas. Ni en cartas, ni en dibujos, ni en nada que no tuviera que ver con el mero, simple y placentero ocio. Loado sea el dios de las Hienas por semejantes vacaciones, llenas de deporte, montañita, saltos en plan cabritillo, amiguetes por docenas y mozuelas en su salsa. Puede que después de haber acabado la carrera y en vistas del inicio de mi campaña de conquista del mundo laboral, este sea el último período vacacional con ocasión de sobarme la peluda panza tanto como desee, así que no dudeis, carroñas mías, a la hora de embriagaros de todos y cada uno de los pequeños (y grandes) placeres que nos ofrece la existencia siempre que os sea posible. Lo de Ora et Labora se pasó de moda en el s.XV.

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