sábado, enero 20, 2007
Hiena de Mugre
Hola carroñitas mías. Mil perdones por esta desaparición premeditada y alevosa, os tengo muy desatendidas, pero aquí traigo algo de carnaza para que os despacheis a gusto. Eso si, cuidado, que por su aspecto diría que lleva ya un tiempo fuera de la nevera. No es que eso le importe a un hieno como yo, pero hay tanto pejiguero suelto por el mundo...
En fin, ando tan liado con mi joroba de un lado para el otro que rara vez tengo tiempo de pensar en una buena sarta de memeces para escribiros aquí, con tanto máster (al que no asisto), tanto trabajo (por el que no cobro) y tanta leche en vinagre. Ahora, por si fuera poco, mis dulces y elegantes brincos de hiena se han visto temporalmente truncados por un pernicioso esguince, que no duele mucho pero jode un rato, especialmente cuando te duele la chepa por no moverla demasiado.
Lo dicho, es tarde, la llamada de la naturaleza me reclama de manera insistente y no se me ocurre mucho más que decir ahora, así que lo peor que puede pasar es que me decida a editar esta entrada mañana, cuando el tedio del domingo me llene la cabeza de banalidades diversas. Ay de vosotros!
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