
Carroñitas mías, me complace enormemente dirigirme a vosotras en estas fechas tan señaladas y que con tanto candor esperamos a lo largo del año, aunque sea sólo para regodearme en mi crapulencia jibosa. El caso es que aún no he recibido regalos, aunque los cubos de basura se encuentran a buen seguro saturados de semiputrefactos desechos navideños, restos de las orgiásticas reuniones familiares y de las opíparas cenas, ricas en todo tipo de alimentos pesados que garantizan varias visitas obligadas al gimnasio antes de que empiece el buen tiempo y las ropas comiencen a escasear. Mientras reuno fuerza de voluntad para perpetrar una linda ilustración navideña al uso, os dejo a este adorable señor que con tanto cariño pinté hace un tiempo y de cuyas sutiles carnaciones aún me siento orgulloso. Ahí es nada.